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Descubriendo la caja de Pandora: aceptando nuestros defectos con serenidad


Caja de Pandora
Pandora de Walter Crane (1885) @ Reproducción

¿Es posible encontrar la serenidad ante nuestras propias imperfecciones? La Caja de Pandora surge como una reliquia extraordinaria incrustada en la mitología griega. Se configura como un receptáculo divino en el que las desventuras del mundo eran depositadas por los dioses, incluidas las guerras, las discordias, las aflicciones del cuerpo y del alma. Sin embargo, dentro de ella descansaba un único regalo: la esperanza.


Desde su génesis, este mito ha tenido una connotación social. En este contexto, el Arca de Pandora cambia para simbolizar la malevolencia que puede surgir de ella, la desobediencia y la curiosidad que dañan al ser humano.


Considere los programas de variedades matutinos, en los que los periodistas se acercan a los transeúntes con la pregunta: "¿Cuál es su mayor defecto?". Sin dudarlo, las respuestas fluyen: "¡Ah, digo lo que pienso!", "Soy excesivamente sincero", "Soy ávido de comida", "Soy vanidoso", y otras en el mismo sentido. No recuerdo que nadie haya admitido: "¡Soy vengativo!", "¡Soy un vago!", "¡Estoy profundamente celoso de mis amigos y compañeros de trabajo!", "Yo" ¡Soy mezquino!" o "Soy compulsivo con el sexo".


Expresar tales generalidades es socialmente aceptado como algo ordinario. Incluso hay risas cuando se hacen estas confesiones, ya que se perciben como divertidas. Sin embargo, pocos entienden realmente el verdadero significado de ser "transparente", "sincero", "codicioso" y "codicioso". o 'vanidoso'.


Comprenda: admitir el deseo de ver a un colega que está a punto de emprender un viaje internacional, sin haber salido nunca de su país, caer de la Torre Eiffel "no es bueno". Asimismo, adoptar posturas racistas, mostrar reticencias a mantener relaciones íntimas con personas de piel oscura (a lo sumo, aceptándolas como niñeras, guardias de seguridad o conductores), exhibir excesiva ambición, atropellar a los demás como una apisonadora, revelar pereza para lavar los platos simplemente. una vez a la semana, o incluso ser descuidado hasta el punto de cambiarse la ropa interior cada dos días mientras te duchas, son actitudes que no caen bien.


La mayoría lleva consigo defectos y virtudes, como parte inherente a la condición humana. Comprender, admitir y equilibrar estos aspectos es crucial para preservar la salud mental, aunque se trata de una tarea ardua. En algunos casos, ni siquiera dos décadas de terapia proporcionan alivio a tal empresa.


También hay quienes ocultan sus imperfecciones sociales con compras extravagantes, como un todoterreno financiado en 500 cuotas, aunque carecen de recursos para cubrir el seguro. Asumen el rol de exhibir una motocicleta frente al prestigioso condominio, creando narrativas en plataformas digitales para simular una vida que no se corresponde con la realidad.


Ser propietario de una mansión con una majestuosa lámpara de araña en la ventana, mientras se duerme en un colchón en el suelo del dormitorio o se apoya el televisor en cajas de compras, ilustra un enfoque más centrado en 'Tener' que en 'Ser'.


Pocos son los que se miran al espejo y ven más allá de los encantadores ojos verdes y el largo cabello rubio. Las imperfecciones no se parecen a un grano que, si se trata adecuadamente, no deja marcas.


Los defectos impregnan nuestra esencia, llevándonos muchas veces a infligir injusticias, sabotear relaciones y desestimar las posibles reacciones de los demás. En algunos casos, las heridas resultantes provocan una reacción del perjudicado, mientras que otros optan por el silencio, sufriendo años y años de amargura y dolor.

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